domingo, 17 de julio de 2011

4 de julio en Cape Cod, o el “Cabo Bacalao”

Los Reyes Magos tuvieron a bien regalarme este año un viaje sorpresa durante el puente del 4 de Julio. Para ello, encargaron a una paje, que se parecía enormemente a Lidia, que me guiara hacia el lugar de destino. Anteriormente debía de haberme preparado equipaje que contuviera bañador, toalla y algo de abrigo por si hacía fresco. ¡El destino debía de incluir playa! ¿Pero dónde?
Tempranico por la mañana nos desplazamos hacia el aeropuerto de La Guardia en nuestra línea favorita de autobús, el M60 (asociada a tantos buenos momentos de viaje). Y yo pensé que esta vez la cosa también incluiría un desplazamiento en avión. ¡Pero al final, no fue así! Los RRMM habían alquilado un coche en las oficinas del aeropuerto. ¡Más pillos, ellos…! Al final, descubrí que nuestro destino sería Cape Cod, en el estado de Massachusetts (al noreste de Nueva York). Hasta ese momento, conocíamos del cabo pocas cosas: que era un sitio de veraneo típico americano, que se pueden ir a ver ballenas y que era el lugar de origen de uno de nuestros concursantes favoritos de la pasada edición de La Bachelorette, Chris. Por lo visto, el clan de los Kennedy también veranea aquí, al igual que la mitad de la ciudad de Boston.
El viaje fue algo más largo de la cuenta, como consecuencia de la “exit operation”. Fueron siete horas (el viaje normal duraría algo menos de cinco) que acabaron con el Tom Tom haciéndonos el lío para que no encontráramos nuestro hotel, situado a las afueras de Hyannis. De camino, nos desviamos por carreteras que pasan por pueblos de gente con mucha pasta. Ese día, sábado, no pudimos hacer mucho más que ir a cenar a un restaurante donde les llevó una eternidad servirnos mientras nosotros nos íbamos congelando poco a poco con la rasquilla que traía la noche. Yo, por hacer lo típico, me comí la primera langosta de mi vida. Digamos que la amputación de exoesqueletos con artilugios de metal no es lo mío.



Al día siguiente fuimos a la búsqueda de las hermosas playas del cabo, en nuestro camino hacia Provincetown, la ciudad más remota, un paraíso para gays y bohemios por igual. Nos quedamos con la boca abierta observando grandes mansiones con accesos directos a las playas. Como no podía ser de otra manera, no nos decepcionó la visita al Parque Nacional de turno, en donde un Ranger nos recomendó una playa que estaba casi desierta. Allí nos tumbamos a la bartola un rato. Por supuesto, aprovechamos para leer sobre temas de actualidad. También visitamos el lugar donde en su día se erigieran las torres de comunicaciones que usó Marconi para la primera comunicación sin cables a través del Atlántico. ¡Sitio mítico donde los haya en donde, sin embargo, no había red wifi a la que engancharse! ¡¡Decadencia!!



Provincetown estaba de fiesta. Es una ciudad encantadora en la que ninguno de las oportunidades hosteleras pertenece a una gran cadena. Nos dimos un buen paseo de punta a punta de la ciudad, viendo como la gente disfrutaba de la buena temperatura en bares y restaurantes al aire libre. Nuestra cena, sin embargo, nos esperaba en Hyannis, en un restaurante brasileño. Y es que, por extraño que parezca, en Cape Cod el 90% de la inmigración es de Brasil. De hecho, el día anterior habíamos estado aprovisionándonos en un supermercado brasileño, donde vimos la mayor selección de galletas María existente en Norte América. Nos dimos un buen banquete a base de carnes varias, pero prueba de nuestra madurez, al final no necesitamos ni una manzanilla pese a tratarse de un buffet libre.



Al día siguiente tocaba ya volverse a Nueva York, y había que optimizar la jornada pensando en la “return operation”. Curiosamente, la mayor parte de la gente parecía haberse ido ya, pues las carreteras no estaban muy llenas, las calles, tampoco, etc. ¡Horarios incompresibles de los americanos! Así que fuimos a otra playa, de nuevo a estar ahí tirados. Tuvimos un conato de bañarnos, pero la baja temperatura del agua y la violencia de las olas nos mantuvieron a raya. Y luego, el verdadero regalo de los reyes llegó como llega la traca final. ¡Jugamos al mini golf en una Cueva de Piratas! ¡Cómo saben estos sabios de oriente!


Con la satisfacción de haber aprovechado al máximo los días en Cape Cod, regresamos al caluroso Nueva York en un taxi que nos enseñó rutas para llegar a casa que jamás habríamos sospechado.