miércoles, 21 de diciembre de 2011

JORGIDIA ANUNCIA SU NUEVO GOBIERNO


En una rueda de prensa, llevada a cabo hoy en Morningside Heights, el presidente Jorgidia anuncia los miembros de su cartera para esta nueva legislatura.
  • Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas: Carlos Casado
  • Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación: Miguel Fribourg
  • Ministerio de Educación, Cultura y Deporte: Antonio Rey
  • Ministerio de Defensa: Silvia Huertas
  • Ministerio de Economía y Competitividad: María Luisa Paradinas
  • Ministerio de Fomento: Apeto Cebolleta
  • Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente: César Cebolleta
  • Ministerio de Industria, Energía y Turismo: Sebastián Prieto
  • Ministerio del Interior: Álvaro M. del Pozo
  • Ministerio de Justicia: Elías Herrero
  • Ministerio de la Presidencia: María Muñoz
  • Ministerio de Asuntos Sociales, Sanidad e Igualdad: Soledad Mate
  • Minsiterio de Empleo y Seguridad Social: Diana Bujarrabal
Antes de terminar la rueda de prensa, Jorgidia ha realizado varias declaraciones, aclarando que "como Rajoy, hemos elegido un gobierno de amigos de confianza" y ha recordado al resto del círculo cercano que "hay legislatura para rato" y que habrá "secretarías y ministerios para todos".

domingo, 4 de diciembre de 2011

Hawái es uno de los dos paraísos


Una de las grandes ventajas de casarse es poder disfrutar del viaje de novios. En nuestro caso, cada vez que salía el tema a colación, preferíamos dejarlo para más tarde. No había tanto tiempo como para organizar la boda y a la vez pensar en un viaje. Sin embargo, la palabra Hawái iba calando poco a poco en nuestro subconsciente. Hawái es uno de los destinos típicos de las honeymoon americanas, y también estaba bien alto en nuestra lista de viajes a realizar durante nuestra estancia en los EEUU. Así que poco después del día de la boda, decidimos que nos íbamos para allá.

Normalmente, solemos llevar los viajes bastante bien planificados. Sin embargo, habíamos leído en la Lonely Planet que nos habían regalado Los Zaraprimos que noviembre en Hawái es temporada baja. Así que entre la falta de tiempo y la confianza en que encontraríamos donde dormir, fuimos bastante más a la aventura, con sólo unas pocas noches reservadas y coche de alquiler en las dos islas que visitamos: Big Island (Isla Hawai'i) y Maui. Total, si pasaba que no teníamos hotel, siempre podríamos dormir en la playa, ¿no?
Se pueden ver más fotos pinchando aquí.

Big Island
                 El 10 de noviembre partimos hacia Big Island, que, como su nombre indica, es la isla más grande del archipiélago. También es la más joven.
Todas las islas en Hawái se han formado por erupciones de lava a lo largo de millones de años. Geográficamente, el punto caliente por donde se cuela la lava está fijo; sin embargo, las placas tectónicas se van moviendo poco a poco. Esto hace que se forme un reguero de islas con el paso del tiempo. De hecho, hay una nueva isla todavía en formación que emergerá dentro de unos 10000 años.
                Uno de los grandes atractivos de Big Island es que tiene volcanes activos. En Big Island está el Parque Nacional de los Volcanes, con volcanes que llevan activos y erupcionando la tira de años. En este parque se pueden ver campos de lava variados, como uno que se tragó una carretera, o uno que durante unas décadas a partir de los años 50 formó un lago de lava que aún hoy está calentito, calentito en su interior. Hasta hace poco menos de un año, había lava que fluía directamente sobre el océano y que se podía ver mediante una excursión en barco. Esto debe de ser la leche, pero no tuvimos suerte. La única forma de ver lava en estado puro era mediante una excursión en helicóptero, pero en el periódico vimos que una pareja de recién casados había fallecido en un accidente de helicóptero el día de antes y decidimos no tentar a la suerte. Nos tuvimos que conformar con ver el reflejo de la lava incandescente sobre los gases que emanan de uno de los cráteres, lo cual es bastante impresionante de por sí.
                Aparentemente, en Big Island llevaban bastantes meses de sequía. De esto nos enteramos al segundo día de continua lluvia. Nos alegramos por los hawaianos, aunque a nosotros nos tenía fastidiados. Conforme fuimos ganando experiencia, aprendimos que en las islas suele haber un lado donde llueve siempre y otro donde no llueve nunca. Así que en seguida fuimos a la parte de la isla con mejor tiempo.

         Big Island tiene unos paisajes extraordinariamente variopintos. Hay selvas, volcanes, valles, montañas, acantilados, praderas donde pastan vacas (Hawái es el paraíso de las vacas), playas, desiertos. Fue en Big Island donde hicimos snorkeling por primera vez, incluyendo una excursión nocturna que nos permitió estar a menos de un metro de mantas-raya. ¡Una experiencia alucinante! En nuestros primeros pinitos, nos fascinaron los muchos peces de colorines. También se pueden ver muchas tortugas, en su mayoría tomando el sol en la orilla, sin preocuparse demasiado por lo que pasa alrededor.
Lidia cumplió uno de sus sueños, conducir un jeep. Era uno de esos modelos descapotables, pero no le quitamos la capota mucho porque nos daba miedo que se pusiera a llover de repente y que se nos mojara el interior mientras luchábamos con los mecanismos. Además, como íbamos de aquí para allá muchas veces con todo el equipaje, no queríamos ponérselo fácil a los cacos, que parece ser frecuentes en las zonas donde aparcamos los turistas.
En Big Island tuvimos también nuestro primer contacto con la cultura hawaiana nativa. Aprendimos que la cultura occidental no tuvo  idea de la existencia de las islas hasta finales del siglo XVIII. Cuando el hombre blanco apareció por allí, se encontró con un pueblo todavía en la edad de piedra, y que no conocía la rueda. Uno se puede hacer una idea gracias a las ruinas de templos y a algunos parques nacionales que están muy bien montados. ¿Su origen? Unos cientos de años antes, los primeros habitantes llegaron en canoa desde la polinesia, a más de 3000 kilómetros de distancia. El choque cultural con el hombre blanco fue enorme, y el colonialismo se desarrolló esencialmente como si no hubieran pasado 300 años desde el descubrimiento de América. Comerciantes, empresarios, misioneros, militares, todos hicieron de las suyas en Hawái, mientras la población nativa sucumbía a nuevas enfermedades y a nuevos vicios. En cuanto hizo falta, se hizo uso de inmigrantes como mano de obra, especialmente procedentes de Japón, China, Filipinas y Portugal. El mestizaje y la fusión cultural caracterizan la sociedad de Hawái de manera profunda, y de ahí se deriva, por ejemplo, la particular cocina hawaiana, que, cómo no, también disfrutamos como niños.
Las palabras hawaianas son complicadas de narices, pese a que las vocales son exactamente las mismas que en español. Casi cualquier intento de aprender el nombre de los sitios fue un fracaso. Sólo conseguimos memorizar el nombre del Dios de la desidia: Mela-Pela, que debe ser primo de Pele, diosa del fuego, el rayo, el viento y los volcanes (y que por lo visto tenía bastante mala leche).
En Big Island está una población llamada Kona, de la cual toma su nombre uno de los productos más valorados de Hawái: el café de Kona. Precisamente en los alrededores de Kona, el alojamiento estrella que tuvimos en Big Island fue un Bed and Breakfast regentado por un israelí súper particular, muy, muy majo. El sitio estaba en medio de un inmenso cafetal, con bananos, aguacates y maracuyás (lilikois). El desayuno fue una maravilla, tanto o más que los cuatro aguacates del tamaño de un melón que nos dio nuestro anfitrión. Recién caídos del árbol. Una maravilla de la que nos acordamos ahora cada vez que comemos un chuchurrío aguacate de supermercado.

Maui

                El 16 de noviembre, tempranico por la mañana, nos fuimos a Maui. Esta isla es mucho más pequeña que Big Island, y destila un ambiente más festivo, más de vacaciones. En la parte húmeda de la isla, hay multitud de cascadas de postal, en unos valles súper bonitos. Una buena manera de hacerse una idea es recorrer la carretera que va desde Kahului, la ciudad más importante de la isla, hasta Hana, una población mucho más pequeña al este de la isla. La carreterita se las trae, es súper estrecha y en muchos tramos sólo cabe un coche. Durante la ida, Lidia condujo con mucha precaución y exasperábamos, como buenos turistas, a los locales. A la vuelta, Lidia condujo con más confianza y asustaba a los propios locales. Muchas de las cascadas tienen su correspondiente poza donde es posible bañarse, con la ventaja de que el agua no está que te pelas de frío como en valles de montañas (aunque he de decir que tampoco estaba especialmente calentita, ni mucho menos). Nos bañamos en una poza que tenía vistas al mar. Impresionante. En esta parte del viaje, vimos árboles impresionantes y caminamos entre un bosque de bambú, con lo que a Lidia, como a buen oso panda, le entró hambre.
                Al ser una isla más vieja, los volcanes de Maui no están activos. La última erupción data de 1790. Y de hecho, lo que comúnmente se denomina el cráter del volcán más alto de la isla, el Haleakalā (“Casa del Sol”), no es un cráter sino un valle consecuencia de la erosión. Lo que mola es que dentro del valle hay mini cráteres resultado de pequeñas erupciones volcánicas posteriores. Este es el entorno del Parque Nacional Haleakala. Algo que recomendaba la guía era subir a la cima del volcán para ver amanecer. Afortunadamente, hay carretera hasta la cima, probablemente porque hay instalados un montón de telescopios que se aprovechan de la claridad del cielo de Hawái para estudiar el firmamento. Para eso y para acomodar a las hordas de turistas que van a ver el amanecer. Nos tuvimos que despertar a las cuatro y media para asegurarnos de que llegábamos a tiempo, y aun así llegamos con el espectáculo ya empezado. En el momento exacto en que comienza a aparecer el sol, una mujer nativa comenzó a cantar en hawaiano, lo cual fue un momento un poco “Rey León” pero a la vez muy, muy especial. Ciertamente, fue una experiencia maravillosa. Y más maravilloso fue cuando, una vez de día, la mayoría de los turistas se marcharon a continuar durmiendo y nosotros hicimos senderismo por el interior del cráter, de una belleza cautivadora. Mil y un colores se mezclan en un paisaje desértico y agreste. El paseo se las trajo, porque para acceder a la base del cráter hay que superar un desnivel de 800 metros, que a la vuelta, con todo el cansancio acumulado, hay que subir. Además, Lidia iba con una moto y me llevaba con la lengua fuera. Hay una especie de planta súper chula, el silversword, que sólo crece aquí.  Aquí también observamos de cerca a los nenes, el pájaro emblema del estado de Hawái, que viene a ser parecido a un pato.
                En Maui tuvo lugar el momento más destacado del viaje. Estábamos en una playa, no muy a gusto por causa del viento, cuando de repente aparece frente a nosotros una modelo en bikini a la que un fotógrafo parecía estar haciendo un reportaje. La cosa fue subiendo de tono y al final la chica acabó en top-less (algo súper exótico en los EEUU) y haciendo gestos guarrillos a la cámara. Fue súper divertido.
                El último día en Hawái lo dedicamos a descubrir playas maravillosas y a hacer más snorkeling en unos lugares alucinantes. Yo, que soy más bien de secano, jamás podría haber predicho lo impresionante que me podría llegar a parecer ver las decenas de variedades de peces hacer su vida entre corales maravillosos. Y todo eso a escasos metros de la playa. Muy, muy bonito.

                El 21 de noviembre regresamos a NY, completamente enamorados el uno del otro, y también de unas islas en las que no nos importaría vivir. Esperamos poder regresar en algún momento de nuestras vidas, y, si no habéis estado, os animamos a que las visitéis. No tienen desperdicio.