jueves, 13 de mayo de 2010

Música y ballenas


No, no se trata de una entrada sobre un documental de animalitos de “la 2” ni nada por el estilo. Los que conozcáis a Sigur Rós, tal vez estéis de acuerdo conmigo en que su música suena un poco como los cantos de las ballenas (no confundir con el “vallenato”, por favor). Y si no estáis de acuerdo conmigo, me da igual, a mí, me recuerda a eso. No hace demasiado que me aficioné a este grupo. De hecho, para mí Sigur Rós fue antes un grupo de teatro universitario de Ciencias de la Información de la Complutense que un grupo musical. Ahora que conozco su música, puedo decir que el nombre le iba bastante bien al grupo de teatro de marras... Que me disperso...

La cuestión es que Jorge llevaba tiempo diciendo que quería ir a ver a este grupo en directo, experiencia que se promete inolvidable. Lamentablemente, Sigur Rós están “gone fishing”, como ellos mismos citan en su página web. Uno de los motivos de su “hiatus” es el poder dedicarse a su carrera en solitario, en particular la de su cantante: Jónsi. Éste ha sacado recientemente su nuevo disco “Go” y el domingo pasado fuimos al concierto como colofón a nuestra semana musical (ver entrada anterior en este blog).

Yo, personalmente, no había puesto mucho entusiasmo en ir a este concierto y fue, sobre todo, por deseo de Jorge que fuimos; hubiera sido, sin duda, una gran pérdida no haberle hecho caso. El concierto, que tuvo lugar en una sala llamada Terminal 5 con pinta de discoteca de polígono industrial glamuroso, fue maravilloso. No sé ni por dónde empezar.

Yo siempre había pensado que la mayoría de la música de Sigur Rós y de Jónsi era producción electrónica. Nada más lejos de la realidad. Cierto es que utilizan algunos elementos como micrófonos distorsionadores de voz o, lo que a mí me pareció un theremín (gracias David por este átomo de tu sabiduría).Sin embargo, la mayoría de los efectos sonoros son producto de instrumentos musicales en el sentido tradicional, la percusión y, principalmente, la voz de Jónsi. Lo que yo tengo a bien llamar “cantos de ballena” y que pensaba que eran producto de la electrónica, no son otra cosa que la voz de Jónsi. Esto, sumado al hecho de que es un tipo gigantesco, nos ha llevado a concluir que “la ballena es él” (Jorge dixit). La calidad del sonido fue maravillosa hasta que, en las últimas canciones, uno de los micrófonos se estropeó. Pero de esto culpo a la Terminal 5, no a Jónsi.

A la calidad musical, hay que añadir el montaje audiovisual. Éste es producto de la creación de Alex Somers, novio de Jònsi, que además es responsable de gran parte del diseño gráfico de Sigur Rós. Esto, unido a la música y a la actuación de los músicos, prácticamente coreografiados en sus movimientos, creaba un ambiente especial que tenía al público mudo hasta que terminaban las canciones. Debo decir que yo, personalmente, hasta me emocioné en varias ocasiones y que me pasé hora y media con la piel de gallina.

Lamentablemente, en España Jónsi sólo dará un concierto y será en el Sónar, en Barcelona. Pero no puedo dejar de recomendaros que si tenéis oportunidad, vayáis a verlo.

A lo mejor, a estas alturas de la entrada os estáis preguntando: ¿Cómo pudo disfrutar Lidia de la experiencia audiovisual siendo una enana? ¿Fue capaz de ver algo en este concierto? La verdad es que mis esperanzas eran bajas (como yo). Si en una sala llena de mexicanos no vi ni un rizo de Bunbury, cómo me las iba a apañar en una sala llena de Islandeses (oye, serán pocos, pero había un porrón). Tuvimos la suerte de llegar pronto (no por previsores, sino por pringados). Cogimos sitio en la segunda planta, en una especia de balconcillo. Aunque el flequillo de un vikingo se me puso delante en algún momento, puedo decir que lo vi absolutamente todo y apenas tuve que ponerme de puntillas en un par de ocasiones.

En conciertos como éste, no me importaría volverme una “atrapada” y volver varias veces para ver el mismo montaje. Ciertamente inolvidable. ¡BRAVO Jónsi!

http://www.flickr.com/photos/iamjonsi/4595391956/in/photostream/

jueves, 6 de mayo de 2010

Bunbury en Nueva York

Ayer 5 de mayo de 2010 a las 7.40 pm, Lidia y servidor hacíamos fila a la entrada de un garito de conciertos cerca de Union Square, el Fillmore. El motivo era que Enrique Bunbury daba el segundo de sus conciertos consecutivos en la Gran Manzana. ¡Ver a Bunbury en NYC! Eso no nos lo podíamos volver a perder; hace año y pico todavía estábamos un poco pez y se nos pasó la fecha.

La apertura de puertas era a las ocho, pero, cómo no, la cosa se retrasó bastante. Nos entretuvimos viendo el trasiego de personal de un hospital cercano, que salían a comprar comida y volvían todos con bolsas del McDonald’s u otros establecimientos de comida rápida y súper saludable. ¡Menudo ejemplo para los pacientes con enfermedeades cardiovasculares! Lidia y yo éramos de los pocos españoles que por allí había (si es que había alguno). La mayoría eran mexicanos que, por cierto, celebraban el “Cinco de Mayo”. El Cinco de Mayo es una fiesta nacional mexicana que se celebra sobre todo en Estados Unidos (¿?). Cosas de la historia y las corrientes migratorias...Daba la sensación de haber gente de toda Latinoamérica, pero WASP, ni uno. Estaba claro, no íbamos oir a Bunbury hablar en inglés a la audiencia. Y así fue, ¿para qué disimular?

Lidia se las prometía felices. Sin bigardos americanos y rodeada de mexicanos, pensó que sería la primera vez que vería algo en un concierto. Por supuesto, estaba equivocada. En México, también hay personas bastante altas, y coincidió que todas se pusieron delante de nosotros, para frustación de Lidia. El afán de la gente de grabar y hacer fotos hasta la extenuación hizo el resto. En lugar de un escenario, se veía un bosque de pequeños escenarios en diminutas pantallas digitales. Una forma como otra cualquiera de arte. Sabíamos que no estábamos en España porque en lugar de jalear al artista con el típico "Enriiiiiiiiiii-que", se gritaba "EN-RI-QUE, EN-RI-QUE". Ya nos lo dijo uno de los presentes: "pónganse de acuerdo en el grito, güey".

Bunbury, como siempre, estuvo enorme. Su voz, su actuación, el repertorio... ni siquiera el sonido, claramente mejorable, supuso un gran problema. Yo creo que los convertidores de 250 a 120 no eran buenos... Una definición de “indecisión” sería “Bunbury eligiendo qué canciones tocar en un concierto”. Y es que desde la apertura con “El Tiempo de las Cerezas” hasta el último de los tres bises, “En brazos de la fiebre”, Enrique enganchó temazo con temazo, y en cada uno pensaba yo “claro, este no puede faltar”. Y, aun así, en dos horas y cuarto de concierto nos dejó con las ganas de escuchar “El Jinete” o “Las consecuencias”, por citar dos solamente. El concierto fue un recorrido por todas las épocas de su carrera artística, y claro, no le quedó tiempo para profundizar en el último disco, lo que se echó un poco en falta. Pocas cosas se me pueden ocurrir que hubieran mejorado la velada, principalmente que hubiera participado Nacho Vegas, pero entiendo que es mucho pedir. Bueno, y si un colgado se hubiera abstenido de pringarnos de cerveza, habría mejorado también la cosa. También echamos de menos a los “atrapados” a los que solemos acompañar a estos conciertos, aunque había un grupo parecido a ellos delante de nosotros.

De tanto disfrutar, acabamos cansados, y nos dimos un paseo hacia Washington Square aprovechando la magnífica temperatura que había. Por fin, pudimos probar un sitio de falafel (Mamoun's) que el año pasado me recomendó una profesora de inglés. La cena, sentados en el banco de una parada de autobús, nos supo a gloria. En nuestro cerebro resonaban aún algunos de los acordes del concierto.

Para completar nuestra semana de conciertos, el sábado iremos a escuchar a la filarmónica de Nueva York interpretar a Stravinski y el domingo, al concierto de Jónsi, el alma mater de Sigur Rós. Ni que fuéramos melómanos, tú.

PS. Según llegamos a casa, a la 1am (momento oprtuno donde los haya), se nos desmontó el zapatero del Ikea. Nos tragamos así nuestras palabras de la entrada anterior. Lo pondremos en nuestra “Lista de fracasos del tercer año de postdoc” el año que viene.

miércoles, 28 de abril de 2010

Dos años de post-doc en Nueva York

Post-docs en Nueva York

Nueva York, 28 de abril de 2010. Hoy se cumplen exactamente dos años de nuestra llegada al Nuevo Mundo con nuestros 40 kilos de exceso de equipaje. Lejos quedan ya las empinadas escaleras de la casa donde fuimos acogidos la primera noche, el vacío de las habitaciones del apartamento que todavía habitamos y el miedo a las ratas de Columbia. Cuando miramos atrás sobre esos días echamos una sonrisa de medio lado como si aquellos fueran unos críos o se nos hubiera caído la boina que tan apretadamente traíamos enroscada. Pero, ¿qué ha pasado estos dos años? ¿Hemos cambiado? ¿Hemos conseguido grandes cosas? ¿Somos ahora menos toláis de lo que éramos hace hoy exactamente dos años? Creemos que la respuesta a las tres últimas preguntas es no, pero para asegurarnos, hemos decidido hacer este compendio de los dos últimos años. Como somos de natural optimista, hemos decidido darle la forma de...

LISTA DE ÉXITOS CONSEGUIDOS POR LIDIA:

1. Adelgazar. Esto, en la tierra de la hamburguesa y la comida basura, tiene un mérito enorme. Sobre todo siendo, como sabéis que soy, una gocha de tomo y lomo. Este logro es aún mayor cuando consideramos que peso siempre lo mismo. Conclusión: o bien estoy fornida a base de músculos fibrosos o bien estoy desafiando las leyes de la física.

2. Haber suspendido el carnet de conducir. Con 10 años de experiencia a mis espaldas es un acontecimiento lo suficientemente surrealista como para convertirse en una anécdota divertida en el futuro.

3. Aprobar el carnet de conducir. Con la misma examinadora que me suspendió la primera vez. ¡No está mal!

4. Observar a las ratas del metro sin conatos de histeria y hasta con interés.

5. Conseguir que pongan interruptores en el sistema de calefacción/aire acondicionado del laboratorio y así dejar de ser parte de este empecinamiento en calentar el globo.

6. Hacer una audición para una obra de teatro en inglés. Vale, no me cogieron, pero ahí le eché un par.

7. No haber publicado ni un solo artículo en estos dos años. Teniendo en cuenta que me dedico prácticamente en exclusiva a trabajar, que estoy centrada en un único proyecto al que le dedico todas mis horas de trabajo, que tengo escrito un artículo desde hace unos 10 meses, que éste ha sido revisado ya 10 veces por mi jefe y que tengo los resultados correspondientes a 4 proteínas diferentes, estudiadas con 6 modelos distintos, a mí me parece que es una gesta considerable.

8. Mantener una conversación con americanos y no tener que fingir más de un 20% que estoy entendiendo lo que dicen.

9. Ser capaz de mantener una conversación con personas con acento australiano.

10. Ir a patinar sobre hielo en invierno.

11. Crear suspense cada vez que voy al baño sobre si se atascará el wc o no y si tendrá que venir el picador rastafari a solucionarlo.


LISTA DE ÉXITOS CONSEGUIDOS POR JORGE:

1. Poder sentarme sobre los tobillos (a veces) durante más de 10 segundos. El objetivo final está todavía lejos, aunque cada vez es más probable.

2. Ponerme en posturas con la cabeza para abajo.

3. Saber que la “y” en inglés no se pronuncia como la “y” en español. Y que la “b” y la “v” suenan distinto en cualquier idioma menos en español. Que seguiré teniendo por siempre problemas con mis tripas, perdón, con mis vocales.

4. Que no me aterrorice demasiado hablar por teléfono en inglés.

5. Manejar con soltura vocabulario como “hueón”, “no tomes si manejas”, “volver para atrás”, “dejar la lámpara prendida”, “hacer sentido”, etc.

6. Haber conseguido que me acepten dos artículos en el Journal of Simoni’s Caprices, sin cambiar una coma en ningún caso.

7. Ganar mis primeros partidos de squash.

8. Patinar sobre hielo sin esmorrarme.

9. Correr más de 40 minutos seguidos.

10. Saber que Esther Cañadas hizo un cameo en “El secreto de Thomas Crown”.

11. Salir guapo en una foto.


LISTA DE ÉXITOS CONSEGUIDOS POR AMBOS:

1. Que lleven la comida al 14-S y no al 14-F (saber decir “s, as in sugar” en lugar de “s, as in Salamanca”).

2. Haber visitado 13 de 52 estados, incluyendo maravillas como Yellowstone, o los Redwoods.

San Francisco and Northern California

3. Saber que la comida no dura para siempre en el congelador.

4. Haber visto actuar a Plácido Domingo (y ver que se muere en escena mejor que nadie).

5. Llegar al mismo nivel de estrés social que teníamos en Madrid.

6. Que en estos dos años no se hayan desmontado los muebles del Ikea (aunque algún tornillo sí se haya caído).

7. Que sobrevivan las plantas en condiciones de máxima precariedad.

8. Pasar los veranos sin aire acondicionado y los inviernos sin tener que encender la calefacción (gracias al consumo indiscriminado de los vecinos).

9. Quedarnos atrapados fuera de casa con toda la compra del Ikea en el pasillo.

10. Hacer senderismo en Staten Island y sobrevivir al “blue trail”.

11. CENSURADO.

domingo, 31 de enero de 2010

Road test #2

Como ya os había comentado, el día 26 de enero tenía la repesca de mi fallido examen de conducir. Para tranquilidad de mi maltrecho ego, esta vez he aprobado. ¡Buf! Menos mal.

Otro martes por la mañana que me iba yo a la autoescuela. Esta vez no había contratado ni clase ni nada, así que hice el examen totalmente en frío. No fue nada bueno para mis nervios ver que me tocaba la misma examinadora. Según el profesor de autoescuela esto era bueno porque al haberme suspendido una vez, le daría pena (¡hay que ver! ¡Aprobar por compasión!). Pero yo no las tenía todas conmigo. Al fin y al cabo, la última vez no tuve la impresión de caerle demasiado bien.

Comenzamos el examen. Vuelta a la manzana completa sin comentarios. Cambio de sentido o vuelta de tres puntos, como la llaman aquí. Aparcamiento en línea, perfecto. No he aparcado tan bien en mi vida. Y vuelta al “centro de exámenes” (ver foto). Total, que paramos y me empieza a soltar la chapa sobre cómo cuando miro hacia los lados el coche se viene conmigo y que tengo que mirar hacia donde conduzco. Que qué es eso de mirar tanto los espejos. Yo argumento que hombre, que hay que mirar los espejos y ella me dice que lo hago demasiado. Agacho las orejas y le digo que gracias por las críticas y que lo tendré en cuenta para el futuro (menuda pusilánime que estoy hecha). “Sí, por favor” me contesta (sigo pensando que bajo su rancia máscara se esconde una cachonda). Todos los suspensos de mi vida volvían a pasar ante mis ojos como premonición del nuevo cate que me iba a caer encima. ¡Pero no! Al final me dio un ticket, similar al de cuando suspendí, en el que sólo había 20 puntos (¡aprobado!) que tuve que firmar. Esa es mi licencia para conducir temporal. Con eso puedo conducir hasta que me llegue al correo el carnet definitivo. Éste puede tardar de dos semanas a dos meses.

Así que una cosa menos en mi lista de “cosas por hacer” y otra más en la de “cosas hechas”. Y todo esto ¡antes de cumplir los treinta!

domingo, 17 de enero de 2010

SSMM los Reyes Magos

Una de las ventajas de tener la nacionalidad española es que los Reyes Magos te visitan allá donde estés durante la noche del 5 al 6 de enero. No importa lo creyente que seas, los Reyes siempre tienen algo para ti. Sabiendo eso, nosotros siempre tenemos preparados nuestros zapatos, junto con un vasito de agua y unos pedazos de chocolate, al irnos a la cama el 5 de enero. En esta ocasión, los Reyes se portaron de manera peculiar. A mí me trajeron unos auriculares muy chulos y una pajarita de sabio, ¡perfecto!, pero además de eso había unos paquetes bastante grandes. Uno de ellos, para Lidia. El otro, para mí. ¡Qué mamones, los Reyes! –pensé yo cuando les quitamos los envoltorios. Nos habían traído dos pares de patines sobre hielo. Los Reyes, que lo saben todo, habían acertado perfectamente con los deseos de Lidia. ¿Pero qué pasaba conmigo? Yo soy patoso, inhábil, poco amigo de velocidades y deslizamientos sobre superficies con bajo rozamiento. ¿Por qué me hacían esto a mí? En algo debía de haberme portado mal durante el año, que ahora me hacían esta putada. En mi incredulidad, se me olvidaba que los Reyes son todopoderosos.


El domingo del siguiente fin de semana fuimos a probar los patines. El día anterior, sábado, habíamos cumplido con la tradición de comer roscón, mojándolo en un chocolate a la taza tirando a espesito. Para ello, contamos con la imprescindible colaboración de Emilio y Mª Luisa, que hicieron un roscón casero que estaba de rechupete, con doble sorpresa incluida. Nada que ver con el roscón-pizza nuestro del año anterior (por cierto, que un año después, por fin tiramos la fruta escarchada que nos había sobrado). Yo creo que debió de ser por la energía del chocolate y el agua de azahar del roscón, pero el tema del patinaje se nos dio bastante mejor de lo que yo habría pensado. Bueno, en realidad a Lidia le fue tan bien como se esperaba. La sorpresa consistió en que yo me separé de la valla en más de una ocasión y que no me caí ni una sola vez. Nos lo pasamos muy, muy bien. Adjuntamos un vídeo que muestra algunos momentos entretenidos de la jornada. Al principio, podéis ver una variación del triple Axel que improvisé a los quince minutos de estar sobre el hielo.

Ese fin de semana fuimos a una pista de hielo que está en Central Park, muy cerquita de casa. Ventajas: se puede dar un paseo hasta allí y no está muy llena de gente. Inconvenientes: no está en un sitio muy bonito. Así que este fin de semana hemos repetido, pero esta vez en Bryant Park. Ventajas: el sitio es espectacular. Inconvenientes: se pone hasta el culo, por lo que hay que madrugar. En el vídeo están mezclados los emplazamientos de ambos fines de semana. En esta ocasión, fuimos también con Sebastian y Andrés, que hicieron gala de unos estilos envidiables, por su coraje e innovación. Lidia se soltó todavía más y yo, cuando me quise dar cuenta, estaba dando vueltas y vueltas a la pista sin descansar. Ninguno de los cuatro sabe frenar, lo cual hizo que se complicara la cosa cuando la pista se llenó de gente, incluyendo un montón de niños. Así que tanto a Lidia como a mí nos pasó que se nos cruzó un niño y, al no poder frenar, nos chocamos y caímos con poco estilo. El estilo lo recuperamos levantándonos a la primera, y sin ayuda. ¡Unos artistas!

La moraleja de esta historia es: No desconfiéis de los regalos que os traigan los Reyes, pues ellos son mucho más sabios que vosotros. A propósito, nunca está de más volver a escuchar esta entrevista al Rey Gaspar:

http://www.youtube.com/watch?v=rV4aupkhUDQ&feature=player_embedded

La otra moraleja viene representada en los últimos fotogramas del vídeo. Si eres una paloma en Nueva York, ten cuidado porque un águila se te puede comer sin piedad.