domingo, 23 de noviembre de 2008

Las visitas


Tras nuestra llegada a finales de abril, tuvimos un tiempo prudencial de instalación antes de comenzar a recibir visitas. Una vez pasado este tiempo, el goteo de inquilinos ha sido más o menos constante, de manera que en estos cuatro últimos meses hemos acogido en nuestro nuevo hogar a un variado conjunto de amigos y familiares. Todos ellos nos han regalado momentos muy agradables y muy divertidos.


El primero en llegar fue César, compañero y amigo durante los 10 años de andadura por la Complutense (y esperemos que muchos más). César llegó entre semana, muy cansado y con un pequeño catarro. La primera noche la pasó en nuestro futón, que le pareció demasiado verbenero. A partir de esa noche durmió en el colchón individual tirado en el suelo. Aparte de César, durante esos días estuvieron también en Nueva York sus amigos Alberto y Marta, que no pernoctaban en nuestra casa pero de cuya compañía también pudimos disfrutar. Con ellos fuimos al teatro al aire libre, esta vez en Battery Park, para luego cenar en Stone Street, una calle turística muy chula donde están las casas más antiguas de Nueva York. También con ellos fuimos a nuestra primera misa Góspel con el consiguiente paseo por Harlem a lo largo de gran parte de la calle 125, que nos llevó hasta el este de Manhattan y por último, ya con la ayuda del metro, fuimos a visitar la ONU. De esta visita quedan varias anécdotas graciosas como César pidiendo té con leche en un restaurante vietnamita ante la mirada ojiplática de la camarera oriental que nos atendía. Tras preguntar repetidas veces si estaba seguro de lo que estaba pidiendo, trajo un té verde con leche, aclarando que era algo no se hacía nunca. La otra gran actuación de César fue su grito de susto provocando el de los demás en el hall de la ONU. Cuando miramos en la dirección que apuntaba su tembloroso dedo pudimos ver que el motivo de su asombro era un escudo del Ayuntamiento de Alcobendas en una máquina de las Naciones Unidas.


Pasada poco más de una semana desde que César dejara tristemente vacío el salón, llegaron "Los Hermanos", que ya os hemos presentado en otra ocasión. Mónica e Iván se quedaron dos semanas. El primer fin de semana fuimos a visitar Washington D.C. y Philadelphia. En el segundo fin de semana fuimos al MoMa, subimos al Empire State y pasamos un día en Governor's Island. Ésta es una isla al sur de Manhattan que originalmente era del ejército y, después, de los guardacostas. Ahora es un parque que está abierto sólo en verano y al que se llega con un ferry que es gratuito. Allí se pueden alquilar bicis a muy buen precio y pasar un día muy agradable. Además, hay unas vistas muy buenas de la Estatua de la Libertad. Cuando comienza el atardecer, los mosquitos salen a sumistrarse alimento, es decir, a acribillar a cuantos paseantes anden por el parque. Máxime si llueve como nos llovió a nosotros aquella tarde. A pesar de la lluvia, el día fue muy agradable y aprovechamos el chaparrón para jugar a la Pocha en un rincón resguardado de la lluvia, que no de los mosquitos (que le pregunten a Mónica).


Después de dos semanas disfrutando de su compañía, Mónica e Iván nos dejaron otra vez solitos. Eso sí, con los brazos abiertos para la llegada de María. Ésta tuvo algunos problemillas más que los demás para llegar a nuestra casa. María partía hacia Nueva York un día complicado en Barajas. Su avión hacia Londres, donde tenía que hacer escala, se retrasó significativamente. Sin embargo, llegó a tiempo para que la azafata de turno no les dejara subir al avión que no despegaría hasta media hora más tarde y al cual todavía no había subido ningún pasajero. Así que María y sus compañeros de viaje tuvieron que pasar la noche en Londres. Al día siguiente el vuelo se produjo sin mayor percance que el hecho de perderle la maleta a esta, nuestra tercera visita. Así que María se pasó cinco días disfrazada de Lidia. Esto no impidió que pasáramos unos días muy agradables, sólo empañados para María por algunas horas de llamadas telefónicas, intentando ser muy amable, intentando serlo menos, llorando, suplicando y finalmente encontrando la maleta. Entre tanto volvimos a Governor's Island, donde los mosquitos, esta vez, se cebaron conmigo, haciéndome unas ronchas enormes que ni el AfterBite calmaba en ocasiones. Fuimos también a Liberty Island, a ver a la señora Libertad de cerca, y a Ellis Island, lugar por el que tenían que pasar todos los inmigrantes que llegaban a EE.UU. a través de Nueva York (excepto los de “primera clase”) y donde ahora hay un museo de la inmigración muy, muy interesante. También estuvimos en Fire Island, pero eso ya os lo hemos contado.

Tras irse María, nuestra siguiente visita fue la de “Mamá Rosa” y su amiga Teresa. Pero antes pudimos disfrutar de la compañía de Eduardo y Chantal, que estuvieron en Nueva York visitando a su amigo Pep, que también está de post-doc en Columbia.

Mamá Rosa y Teresa llegaron un sábado por la noche habiendo hecho escala en Philadelphia. Tuvieron tiempo de visitar esta ciudad junto con un par de chicos compañeros de viaje. Su primer día aquí nos acompañaron a hacer nuestra compra semanal donde pudieron experimentar en sus propias carnes el frío de la cámara donde compramos la carne y el pescado. Con ellas dimos el paseo por Harlem que indica la Lonely Planet y vimos nuestra segunda misa Góspel. No la que indicaba la guía, para la que había una cola de turistas que daba la vuelta a la manzana. Esta vez nos quedamos al sermón que fue una cosa verdaderamente espectacular. Desde luego el predicador era todo un Showman que consiguió que nos interesaramos mucho por Jacob, Raquel y Lía. Mientras estuvieron aquí celebramos el cumpleaños de Jorge. Otro día fuimos a comer a Chinatown, aprovechando el paseo por este barrio para ver Little Italy (que de “Italy” ya no tiene nada más que algunas banderillas) y continuamos el paseo hasta llegar al Flatiron. Rosa y Teresa también pudieron visitar Washington. Allí hicieron cola para conseguir entradas para el Capitolio. Mientras esperaban al final de la cola veían a multitud de gente poniéndose delante de los primeros. Esto no dejó de chocarles, pero pensaron que debía de ser gente que ya tendría entradas. Cuando ya se habían “colado” unas 50 personas, alguien les advirtió de que donde estaban era el principio de la cola y que las que se estaban colando eran ellas. Este tipo de anécdotas hicieron que su visita fuera especialmente divertida para nosotros, además de lo ya estupendo de su compañía.

Los últimos en pasar por aquí han sido Elisa e Illán. También a ellos les hemos llevado de excursión. Los cuatro, junto con Emilio y Mª Luisa, alquilamos un coche, que conducía Emilio, y fuimos a un outlet que hay a una hora en de Nueva York (este tiempo no incluye las tres veces que nos perdimos y el giro de 180º que dio Emilio en mitad de la carretera con derrape espectacular incluido, ¡un hurra por Emilio!). Allí los lugareños intentamos pertrecharnos para el invierno que se avecina y los recién llegados también hicieron acopio de algunas cosas que necesitaban. Elisa e Illán, además, nos invitaron al baloncesto a un partido de pretemporada de los Nick´s contra los Celtics. Este partido nos dio la oportunidad de conocer el Madison Square Garden, el buen juego de los Celtics y la mala calidad de los Nick´s. Fue muy divertido ver a las Cheerleaders y a los que repartían camisetas de los Nick´s gratis a aquellos que gritaran más y más fuerte.


Después de su marcha ya no hemos tenido más visitas. Ha sido un placer haberos tenido con nosotros. Ahora sólo falta esperar a Navidad para veros otra vez. Esta vez, los visitantes seremos nosotros.

3 comentarios:

Almu dijo...

Pues sus vais a cagar.

Podemos llevaros a ver una misa gitana en el Pozo del Tío Raimundo, que hacen unas versiones de Camarón de rilarse las pencas. Favó de no llevar nada que brille o sobresalga del cuello la camisa.

Al día siguiente, paseo por la Tunnel Island. En realidad no fue creada por los miles de inmigrantes que entraban por Marqués de Vadillo, sino por una tuneladora con el alternador jodío que hacía mucho bulto y ya pa qué.

Siguiente jornada, el Museo de las Chanclas Perdidas. Es una historia melancólica, un señor inició una peregrinación hasta llegar a Madrid, pero se le ocurrió tomar el Metro para contarlo de vuelta a su pueblo, el pobre, y como llevaba la chancla ya mu malamente se le coló por el hueco, así que no pudo volver porque ya no había chancla que le protegiese. Desde entonces se puso el aviso ése de Favó de no colar los pieses entre coche y andén y un museo de todas las alpargatas encontradas desparejadas por la ciudad. Muy interesante, no sé si se percibe.

Día tres, partido del Castilla contra el Recre B. Aquí no las llaman cheerleaders, abrevian llamándolas chirlas. Acústica cojonuda, la del campo de Valdebebas.

Bueno, qué, ¿a que no tiene nada que envidiarle a NY?. Hala, ya si eso nos avisáis cuando eso.

María dijo...

MUCHAS GRACIAS A VOSOTROS POR VUESTRA HOSPITALIDAD Y VUESTRO CARIÑO (en Nueva York y siempre)
MUÁ

Anónimo dijo...

¡¡Hay niños, niños!!

No sabéis lo complicado y excitante que resulta viajar a partir de los 50...

Nuestros "errores" pasan de ser anécdotas, para convertirse en aventuras, donde agotamos todas nuestras energías para caminar, caminar… yendo de aquí para allá orientadas unas veces, desorientadas, muchas más, pero siempre con el plano en las manos, con el maravilloso afán de comerse todo lo que tienes en los cuatro puntos cardinales, edificios, museos, parques, casas donde la gente nace, casas donde la gente muere, tiendas y más tiendas y mucha comida, que a veces te sorprende, cuando te ponen el plato delante, al que no has sabido cómo llamar.

Porque hay que hacer un constante ejercicio de memoria y dicción para estar a la altura y no olvidarte de nada y venir después de regreso felices y agotadas de un viaje al que has ido por primera vez, como si fuese el último, sorprendiéndote de cómo has podido con todo sin perder nunca la sonrisa, exprimiendo tus fuerzas (“yet lac” incluido) y entonces te das cuenta de que viajar a partir de los 50 es un ejercicio “muy completo y la mejor vitamina para el espíritu.

Seguiremos contando con poder seguir contando, que no es poco.

Gracias por vuestra acogida, durante los 10 maravillosos y concentrados días.

Mamá Rosa y Teresa