domingo, 4 de mayo de 2008

La "instalación"


El día 29 de abril, el día después de nuestra llegada (y de nuestra partida), habíamos quedado con Raúl, mi compi de laboratorio, en Columbia, para hacer algunos trámites, incluido la firma del contrato de alquiler de nuestro piso. Yo, pese a la paliza del día anterior, me desperté muy temprano, y esperé a que el resto de los habitantes del piso despertaran escribiendo unos correos electrónicos. Tras desayunar algo ligero, Lidia y yo nos encaminamos hacia Columbia en autobús (ahí nos hicimos la foto que aparece en la primera entrada del blog). La primera visión del campus de la Universidad de Columbia nos fascinó, y nos hizo recapacitar acerca de la aventura en la que nos estábamos embarcando. Un rollo “aquí están los que valen”, sensación que tan frecuente debe de ser en Boston. La mayor parte de los edificios tienen un aire clásico y son bastante grandes. En concreto, la biblioteca, de cúpula circular, tiene una pinta estupenda, aunque no nos atrevimos a entrar por si acaso no estaba abierta al público en general y nos ganábamos una reprimenda. Frente a ella, está el “Alma mater” (foto), escultura donde había quedado con Raúl.

Raúl se portó, y se sigue portando, con nosotros estupendamente. El nos llevó a la oficina del housing de la universidad, que está situada en el mismo edificio que nuestro apartamento (y que el suyo, y que el de Sergi, un catalán que también trabaja en mi laboratorio). Allí firmamos un montón de papeles; algunos los entendíamos mejor que otros. Creo que nos comprometimos a no comernos las paredes (lo cual hace pensar en que llegar a fin de mes aquí puede ser difícil). Con el paso de los días, hemos comprobado que existe en Nueva York una obsesión por la contaminación con plomo. No sé si han debido de tener un problema serio de salud pública, pero por todos los lados te dicen que si tu apartamento es de antes de los 70 existe la posibilidad de que en las paredes haya un alto contenido de plomo, y te dan consejos para evitar la contaminación, sobre todo de los niños. En el momento de las firmas, la cosa nos parecía más rara, ahora ya estamos acostumbrados, y ya casi no nos cuesta reprimirnos de mordisquear tan apetitosas esquinas. El apartamento nos pareció alucinante, y eso que disimulábamos algo porque estaba también Raúl, y no queríamos que se nos notara demasiado la ilusión a lo Paco Martínez Soria de “hala-desde-aquí-se-ve-central-park” (a continuación, se incluyen dos fotos de las vistas que hay desde el dormitorio). Podéis hacer una visita virtual, a lo idealista.com, al apartamento en el link siguiente: http://www.youtube.com/watch?v=QTAFfFKkhsQ. Ese día también me levanté súper temprano, y aproveché para hacer el vídeo mientras Lidia dormitaba.
Los papeleos continuaron ya en la facultad, y también tuve ocasión de conocer a la mayor parte de los miembros de mi laboratorio, incluido mi jefe, Julio, que para los que no lo sepáis ya, os diré que es chileno. Todos en el laboratorio parecen gente muy maja. Lidia también les conoció, porque en este primer día no nos despegamos para nada (bueno, sólo cuando ella se reunió con su jefe, como contaré más adelante).




Después no había que hacer mucho más por la facultad, sobre todo teniendo 120 kilos de maletas en casa de los pobres Miguel y Ramón. Así que nos volvimos allí, con la idea de llevarnos tan molesta carga. Ramón había cometido la insensatez de quedarse en casa ese día, con lo cual nos ayudó de nuevo a mover el equipaje. ¡¡Sin duda esos primeros días no hubieran sido iguales sin la ayuda de Miguel, Ramón y Raúl!! Muchíiiismas gracias. Nos las apañamos para meter todos los bultos en un taxi, que resultó ser conducido por un chico de Lima, el cual nos estuvo poniendo al tanto de los distintos tipos de inmigrantes hispanos que hay en Nueva York. Soltó algunas perlitas acerca de los caribeños que no estuvieron mal. Estos días hemos podido comprobar que aquí muchísima gente habla español, sobre todo en el sector “servicios” (por ejemplo, camareros, señoras de la limpieza, porteros, etc.), lo cual nos está facilitando muchas cosas. De esto nos damos cuenta cuando no tenemos la posibilidad de emplear en español. Se nota que nuestro inglés es de academia y “académico”, porque cuando tienes que tratar con empleados administrativos, sobre todo si son afroamericanos, la cosa se complica bastante. Una de las ocasiones en las que el español nos simplificó bastante la existencia fue cuando tuvimos que dar de alta la luz. No sé yo si en inglés hubiera entendido que me estaban preguntando por si teníamos en casa algún aparato esencial para el mantenimiento de la vida (¿se referiría a la tele?).

Tras dejar las maletas en el apartamento, fuimos atravesando parte de Harlem hacia la universidad de Lidia, pues ella había quedado con su jefe, griego, para el que no lo sepa. Pudimos comprobar que el paseo se podía hacer sin riesgo de muerte, aunque se nota un cambio en el paisaje y en sus gentes. Ese cambio es trasladable también a su universidad (City College), que es pública, con respecto a la mía, privada y pelín elitista, creo, aunque sin mucho fundamento. La suya parece mucho más transitada, y con un mayor espectro racial. Deambulamos por sus edificios hasta que dimos con el despacho de Lazaridis, el jefe griego. Allí no había nadie. Fuimos a su laboratorio, y nos dijeron que debía estar al caer. Este fue el primer contacto de Lidia con sus compañeros. Así que esperamos haciendo el mongolo por unos pasillos la mar de desorientadores. Al cabo, llegó el tal Lazaridis que parecía un árbol de navidad. Cargaba con una cartera, una taza de café y unos papeles, y, pese a todo, al vernos y presentarnos, quiso saludar con los únicos tres dedos que llevaba libres. Fue gracioso. Y luego nos hizo pasar a su despacho, pero, apurado, nos dijo que sólo tenía una silla. Así que les dejé allí charlando, y me fui a un hall a esperar que Lidia regresara.

El resto del día transcurrió sin más novedades. Raúl nos dejó un colchón hinchable sobre el que dormiríamos hasta el jueves, incluido. Y, a falta de cualquier instrumento útil para cocinar, cenamos, igual que habíamos comido, fuera de casa. Esto nos dejaba una sensación pastosa en la boca, aunque todo estaba de vicio (supongo que son las dos caras de la misma moneda). Y por último, a dormir al colchón hinchable. Como veis, era el primer día en nuestro nuevo hogar, y ya estábamos completamente “instalados”.

5 comentarios:

d. dijo...

Jo chicos, qué ilusión todo lo que contáis. Es superexcitante ver cómo os las vais apañando por ahí. Espero que os haya llegado el paquetito en pdf que os hemos hecho a vosotros y a Andrés.
Un abrazo muy fuerte, aventureros

d.

Almu dijo...

Ay mis niños!!!

Pero qué apañaícos!!!
El blog ha quedado guay y para nada tiene poco contenido, ya veréis cómo engancha.

Miles, millones, quintales de besos y mimos agobiantes de ésos de los míos.

Anónimo dijo...

Hola chicos,
los Zaraprimos aluncinaícos. Si Paco Martínez Soria levantara o levantase la cabeza.... ¡¡iba a estar muy muy orgulloso de vosotros!!
El piso mola mogollón, la cocina es casi tan grande como la que teníais en Madrid ¿no?
Besos mil y mil y mil más desde Zaragoza.
Zaraprima

Anónimo dijo...

Ei pareja!
Me alegro mucho de que vuestros inicios al otro lado del charco estén siendo tan buenos! Y me encanta que nos expliquéis las cosas así de bien! Ese vídeo es perfecto (aunque me hubiera encantado que también se viera a Lidia toa asobiná). Espero que nos continuéis informando tan bien!
Muchos besos y cuidaos!

salva dijo...

Hola chicos!!
Que yo también os escribo.
Bueno, parece que después de una semana allí estáis bastante ilusionados. Desde aquí de Madrid estamos espectantes de vuestra aventura...el Central Park...ohhhhh....Harlem....ohhhh
Soy Paco Martínez Soria...

Que me alegro mucho de que estéis bien.