sábado, 10 de mayo de 2008

Las visitas a la oficina de la Seguridad Social

Según Jorge

Una de las primeras cosas que debes hacer cuando pretendes trabajar en los EEUU es conseguir un número de la seguridad social. A posteriori, hemos comprobado que este número te es requerido para casi todo, incluso para tu vida extralaboral, y es que yo creo que aquí funciona un poco como nuestro número de DNI. Pues bien, para la oficina correspondiente de la seguridad social me encaminé en nuestra segunda mañana en Nueva York. Lidia habría de esperar hasta la semana siguiente por ciertas demoras en su universidad que ahora no vienen al caso. La oficina está situada en el 55 West de la calle 125. Esto es, en el medio de Harlem. Ergo, había que darse un paseíto y atravesar unas cuantas manzanas de la calle 125. Afortunadamente, como se rumoreaba, Harlem ya no debe de ser lo que era, y en ningún momento pasé miedo. Eso sí, os aseguro que no creo que el porcentaje de blancos que había en la calle fuera superior al 5%, y de ellos, el 95% eran hispanos. Es decir, que un poco el cante sí que debía de dar yo allí, tan blanquito y con la cartera de piel que me regaló mi madre (ver foto). Una de las cosas que más me sorprendió es que me parecía ver cochazos por todos los lados. Luego, me di cuenta que todos eran de la misma marca, y que, en general, iban conducidos por un afroamericano y transportaba otros afroamericanos en la parte trasera (normalmente, además, afroamericanas). No creo que los conductores fueran familia de la conducida, así que la cosa pintaba a chófer. Estos coches son grandes, generalmente oscuros y con los cristales tintados, y si hay una palabra que me venga a la cabeza en relación con ellos, esa es “mafia”. No creo exagerar si digo que uno de cada cuatro o cinco coches en esa zona de Harlem es de ese tipo. Ahora me queda la duda de si son buenos coches de verdad (y caros, por tanto), o si son tartanas que los Harlemeños usan para fardar absurdamente, pero que no valen lo que parecen. Espero que de entre los lectores de este blog, saldrá algún entendido en coches que me ayudará a resolver la duda. La clave es que ya pude encontrar la marca (comprenderéis que me costó porque no me quería quedar mirando a los cochecitos en cuestión y mosquear a Jeffrey); se trata de Lincoln.

Pues bien, entre coches Lincoln, arquitectura de Harlem, puestos callejeros y algún que otro colgado por la calle, llegué al edificio en cuya sexta planta se sitúa la oficina de la seguridad social. Cuando entré, supe que no podía estar en otro sitio que no fuera en una oficina de la seguridad social, y es que sigue el mismo patrón que cualquier otra oficina burocrática española. La sala de espera con las sillas en tándem, las ventanillas de metacrilato, el segurata que te dice qué tipo de ticket tienes que sacar, los folletos informativos, etc. Por supuesto, también estaba el típico panel electrónico que te va avisando del número que están atendiendo. En este punto, hay una variación con respecto a una oficina española. Y es que, en España, generalmente el panel informa tanto del número de ticket que están atendiendo como de dónde lo están atendiendo. Aquí, el donde, lo decían a viva voz, ayudados por un micrófono. Después de esperar hora y pico hasta que me llegó el turno, me tocó ir a la ventanilla de un funcionario afroamericano bastante borde. Desde que le vi, intuí que iba a tener algún tipo de inconveniente. En efecto, lo tuve. ¡Cómo iba allí el 30 de abril siendo que en mi visado dice que empiezo a trabajar el 1 de mayo! En definitiva, que tenía que volver el día siguiente.

Y eso hice, sólo que con la lengua quemada tras un desayuno en el Dunkin Donuts. Me di otra vez el paseo, equivalente al del día anterior, entré en la misma oficina, vi al mismo tipo de gente (algún que otro afroamericano perjudicao) y esta vez me tocó un funcionario anglosajón grande, pausado, que me hizo los documentos necesarios por triplicado, pues por dos veces detecté un error y lo tuvo que repetir. Y aquí acaba la historia (espero) de mis excursiones a la oficina de la seguridad social. Por supuesto, todavía no tengo el número, porque aquí el trámite dura entre 4 y 8 semanas, pero quizás con un justificante que me han dado de que he solicitado el número pueda cobrar a fin de mes...

Según Lidia

Pues allá que me iba yo, dispuesta a encontrarme con la burocracia más burócrata del país. Me paseo la calle 125, que Jorge ya ha descrito tan bien, claramente un poco fuera de lugar entre el gentío. Tras varios Lincoln, un hombre contando un fajo de billetes y algunos pandilleros, entre otras gentes más normales, llegué a la oficina de la seguridad social. Allí seguí las indicaciones que me había dado Jorge para no perder ni un minuto, al estilo de Álvaro (este chico es de lo más efectivo cuando quiere). Total, que allí estaba yo sentada, viendo los números y escuchando las ventanillas. Aparte de los números, había a quien le llamaban por el nombre y apellidos y cruzaban una puerta que accedía al otro lado de las ventanas de metacrilato. Mi número era el 312, íbamos por el 301. Me enteraba de todo: “Nº 302, ventanilla 3”, “nº 303, ventanilla 2” y así sucesivamente. Cuando ya llegábamos por el 309 estaba yo en posición de ataque, con todos mis sentidos puestos en no dejar pasar el número de mi ventanilla (entre las dificultades del idioma y que los micrófonos distorsionan el sonido, la cosa a veces se pone chunga). En estas estaba cuando noto que algo me roza el brazo. Cuando miro es un sobre que se le ha caído alguien, lo cojo, miro a mi alrededor, un hombre señala a otro señor diciendo que es suyo. Cuando le miro veo que está atravesando la puerta que acede “al otro lado” y que esta comienza a cerrarse. Miro la pantalla: el 313, ya no hay remedio. Me lanzo a la puerta que no me atrevo a atravesar por no violar nomas de seguridad que me hagan dar con mis huesos en una celda. Un burócrata del otro lado me mira intrigado y yo, con medio cuerpo dentro, pero sin pisar, para dejar claro que aún no he entrado, le doy el sobre y le digo de quién es. Solucionado, pero... ¿habré perdido mi turno? Por fortuna, la cosa va rápida y puedo preguntar en qué ventanilla me toca, mientras otro afroamericano grita en un micrófono “¡¡¡por favor, estén atentos sus números!!!”.

Llego a mi ventanilla. Allí me atiende una chica muy maja que responde a todos los tópicos de series de afroamericanos que hayamos podido ver. Por cierto, una manicura francesa preciosa, con la parte que se supone que va en blanco en un fucsia nuclear impresionante. A mí me han dicho que tardará dos semanas. No sé, no sé. Lo peor es que no puedo tramitar mis papeles con la Research Foundation (lo que para los científicos españoles es la FECYT) hasta que no tenga el número. Conclusión: que no cobro el mes de mayo. Esperemos que paguen atrasos. Eso sí, trabajar, ya estoy trabajando.

1 comentario:

Unknown dijo...

Seguro que el coche era un navigator un todo terreno de los tochos no? este http://www.lincoln.com/navigator/home.asp menudos bichos.
Menuda decepcion ir a Harlem y no escuchar ningun tiro esto ya no es lo que era. jejejejejeje